Disfrutamos al caer la tarde, con algo muy especial por delante: un tour en autos antiguos organizado por Antique Joy Rides. Estos descapotables modelo Ford Model A (1929–1931), restaurados y equipados con la calidez del pasado y la seguridad del presente, nos invitaron a un viaje que se sintió casi cinematográfico.

Nos acomodamos tras los volantes bajos, sobre el banco de cuero, y emprendimos un recorrido por las pintorescas calles del pueblo holandés, bordeadas de jardines floridos y casas con encanto clásico. El conductor manejaba pausadamente, contándonos historias sobre los lagares de arándanos, el icónico molino “Big Red” del Holland State Park y el perfil del lago Macatawa. Aquella lente retro nos devolvió a épocas doradas, mientras el aire cálido al atardecer acariciaba los rostros y dejaba atrás el estrés de la ciudad.

Al llegar al Boatwerks Waterfront Restaurant, nos recibieron con una propuesta tentadora: cenas frente al agua, cocktails frescos y música suave que acompañaban la vista del lago. Nos sentamos en la terraza, con los últimos rayos de sol reflejados en el agua, y nos sirvieron platos deliciosos: mariscos al estilo New American, ensaladas frescas y postres ligeros que maridaron a la perfección con la tarde que comenzaba a despedirse.

Pero el broche de oro fue el paseo hasta Holland State Park, donde vimos la puesta de sol más hermosa de la región. El cielo se pintó de naranjas, rosas y violetas, mientras el horizonte parecía fundirse con el lago. El viento, el silencio respetuoso y el canto lejano de las gaviotas crearon una atmósfera mágica y reconfortante.

Este tramo del viaje —autos antiguos, paseo junto al lago, cena y atardecer— se convirtió en un recuerdo cálido, lleno de sensaciones disfrutadas con todos los sentidos. Un ejemplo perfecto de cómo la tecnología más humana (un auto clásico, una comida al sol, un horizonte infinito) puede reconectar a las personas con lo genuino.