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Un paseo por el paraíso verde: serenidad y belleza en el Chicago Botanic Garden
A media mañana, bajo un sol de verano abrazador, llegamos al majestuoso Chicago Botanic Garden en Glencoe, un oasis de 156 hectáreas asentado sobre nueve islas, con seis millas de ribera lacustre, 27 jardines temáticos y cuatro áreas naturales. Con la guía del walking tour pactado, nos adentramos en un universo botánico que abruma a los sentidos.
El recorrido arrancó por espacios vibrantes: el English Walled Garden, flores pintorescas y senderos florecidos que nos prepararon para el momento más importante del día: el jardín japonés Elizabeth Hubert Malott. Allí entramos caminando pausadamente, dejándonos envolver por la elegancia zen del entorno: puentes arqueados, linternas de piedra, senderos de arena rastrillada y pinos centenarios. Un silencio casi tangible nos acompañó mientras observábamos los patrones de paz (Heiwa) que, según la guía local, son cuidadosamente trazados en agosto como parte del evento "Gardens for Peace".
El diseño, inspirado por el arquitecto Koichi Kawana en 1972 y trasladado brick a brick desde Japón, propone un diálogo entre lo efímero y lo eterno: flores breves como los iris y ciruelos contrastan con pinos podados para simular antigüedad, rocas museales y islas simbólicas como Seifuto y Keiunto, mientras la mítica Horaijima mantiene la promesa de la felicidad eterna, intangible desde la distancia.
Caminamos en círculo por el jardín, respiramos deliberadamente el aire perfumado, cruzamos el puente zigzag y nos sentamos en la Shoin House —construida sin un solo clavo— a contemplar el lago y dejar que la mente se aquiete un ratito. Algunos ruidos lejanos de pájaros o del viento fueron el único acompañamiento.
Tras recobrar el ánimo, visitamos la Garden Shop, en el centro de visitantes, donde exploramos colecciones de libros, joyería, accesorios ecológicos y recuerdos para prolongar ese contacto con la naturaleza. Todo sustentable y benéfico para el propio jardín.
Para terminar, recorrimos algunos senderos ribereños y aprovechamos el breeze refrescante junto al lago, posamos para fotos con la luz dorada del atardecer y compramos unas bebidas refrescantes en el Garden View Café antes de despedirnos de este reducto botánico, ideal para reconectarse con la naturaleza incluso en pleno verano .
Ese día, el Chicago Botanic Garden se transformó en un refugio de serenidad: el contraste entre el calor exterior y el silencio zen del jardín japonés, la diversidad botánica y el contenido ecológico del gift shop, hicieron de una tarde calurosa una experiencia inolvidable, perfecta para relato de prensa y contenido visual de alto impacto.