Región:
Europa
Categoría:
Política
Article type:
Opinión

El triunfo es de Europa

  • Los dos casos más llamativos de estas euroelecciones y que han generado mayor significado como símbolo de la victoria de la derecha han sido Alemania y Francia.
    Olaf Scholz y Emmanuel Macron Los dos casos más llamativos de estas euroelecciones y que han generado mayor significado como símbolo de la victoria de la derecha han sido Alemania y Francia.
Región:
Europa
Categoría:
Política
Article type:
Opinión
Autor/es:
Por Pablo Munini @pablomunini
Fecha de publicación:
Imprimir artículo

El resultado fue el previsto desde hace tiempo, los movimientos de extrema derecha se consolidan y crecen en el continente europeo. La noticia no es nueva, no debe ser entonces alarmante. Lo ocurrido ayer en las elecciones a la Eurocámara tiene que ser interpretado en un correcto contexto y más allá de números electorales que en apariencia son preocupantes.

Tal vez siga siendo más el bullicio que genera un movimiento soberanista de derecha, convertido en transnacional, que la real trascendencia del resultado de ayer. En primer lugar, es necesario destacar que el promedio de participación de los votantes ha sido del 40% de la población con derecho al voto en los diferentes países, con excepción de Alemania. Disminuye de este modo el número de participantes respecto a elecciones precedentes, incluso de modo significativo en países como España. Este porcentaje de votantes significa que el continente europeo está más lejos de la realidad cotidiana, y cuando en juego están problemas más directos para alemanes, franceses, españoles o italianos, aún quedan entonces gran cantidad de posibles votantes con poder de decidir.

El ausentismo también demuestra que, en realidad, la población está más bien alejada de la política, que nada resuelve, que cerca de la extrema derecha que pregona valores arcaicos y poco democráticos. Los resultados provisionales, por otra parte, demuestran que, pese al evidente avance de la extrema derecha, los europeístas populares, socialdemócratas, liberales y verdes obtienen el 63% de los votos, conservando la mayoría y sin que la derecha creciente pueda modificar la estructura proeuropeísta del Europarlamento.

Los dos casos más llamativos de estas euroelecciones y que han generado mayor significado como símbolo de la victoria de la derecha han sido Alemania y Francia. Aquí también los resultados tienen que ser evaluados en su justa dimensión. En Alemania, la ultraderecha AfD “Alternative für Deutschland” ha superado al partido gobernante de Olaf Scholz, pero ha obtenido la mitad de votos en comparación con el CDU/CSU, que con un 30% de votos se destaca como el partido líder del país. El partido gobernante probablemente paga el precio de una recesión económica que ha impactado al motor económico de Europa, consecuencia del conflicto en Ucrania.

En Francia, la fuerza de la extrema derecha del “Front National” de los Le Pen lleva décadas tratando de obtener el Eliseo, siendo siempre frenada por la coalición de todas las fuerzas políticas. Marine Le Pen, hija del fundador del partido familiar, se presenta ininterrumpidamente como candidata a presidente por su partido desde el año 2012. Es verdad que el porcentaje de votantes del Front National ha ido en franco crecimiento y que ahora ha superado el 31%, pero más cierto aún es que en el momento decisivo los franceses demuestran sus profundos valores republicanos e impiden a Le Pen transformarse en presidenta.

Esto explica la arriesgada decisión de Macron de ayer por la noche frente a la abrumadora diferencia de votos, la mitad, de su partido frente al “Front National” y que lo llevó a la disolución del parlamento y la convocatoria a elecciones casi inmediatas. El presidente de Francia, humillado, en lugar de adoptar una posición conservadora y prudente, decide arriesgar todas sus fuerzas, intentando dar un contragolpe inmediato para “redimensionar” los porcentajes electorales, generando alianzas fruto del rechazo generalizado a la figura de Le Pen. El contragolpe puede ser efectivo y evitaría el consolidarse de la extrema derecha en los próximos años antes de las elecciones.

La decisión arriesgada y audaz puede también tener otro resultado que sería llevar al representante del partido de Le Pen como primer ministro de Francia y, en esta situación de ejercicio cotidiano del poder, poner a la luz todas las deficiencias programáticas y la incapacidad para gobernar y resolver los problemas de la extrema derecha. Porque en realidad, más allá de “leitmotiv”, ¿cuál es el verdadero programa de los movimientos de extrema derecha?

Anoche, escuchando en televisión a los representantes del partido de Le Pen, las respuestas eran recurrentes. En primer lugar, “la lucha contra la inmigración”, luego el “aumento del poder de consumo” de los franceses y en tercer lugar la “reindustrialización de Francia”. La lucha contra la inmigración es un problema de no muy simple solución. Giorgia Meloni en Italia es el más evidente ejemplo. La inmigración que combate en realidad ha aumentado fuertemente.

El aumento del poder de consumo y la reindustrialización de Europa no pueden sin lugar a dudas ser el resultado de políticas soberanistas que establecen barreras y restricciones en la circulación de bienes, capitales e individuos, sino por el contrario la consecuencia de un régimen de libertades. El triunfo de estas elecciones es entonces de Europa y no es por simple casualidad que los movimientos de extrema derecha ya no invocan más el ejemplo del fracasado Brexit o la salida del Euro, la moneda única.

El triunfo es de Europa, que es demasiado fuerte para convivir con quienes infructuosamente desean alejarla de la esencia de sus visionarios fundadores, quienes han extendido un único mercado de libertades a 27 países miembros.