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Ranieri dice no a Italia cuando la clasificación al Mundial está en juego
El reloj corre y la clasificación al Mundial ya no admite tropiezos. Italia debe ganar todo lo que le queda y golear, porque no solo importan los tres puntos, también la diferencia. A esta altura, cada partido es una final.
A pesar de los rumores, Claudio Ranieri —considerado por muchos como el único con la templanza necesaria para enderezar este barco— rechazó tomar el mando de la selección. La negativa se conoció este lunes, y con ella se desinfló la esperanza de quienes lo veían como el salvador de una Azzurra que navega entre dudas, resultados tibios y una necesidad urgente de carácter.
Italia tiene por delante a Israel, Moldavia, Estonia y finalmente Noruega, el rival directo. Si gana todo, llegará a 21 puntos y probablemente iguale en la cima con los escandinavos de Haaland. Pero entonces no será el puntaje lo que defina el pasaje a la Copa del Mundo, sino los goles. Y ahí, Italia ya empezó mal: en el primer partido de esta racha decisiva, solo convirtió dos tantos y se salvó de milagro de recibir uno en contra.
Desde ahora, cada encuentro debe ser una goleada. El margen de error se terminó. No basta con ganar: hay que hacerlo con autoridad, juego y efectividad. La diferencia de goles será el verdadero rival, silencioso pero implacable.
Sin Ranieri al mando, la dirigencia deberá apostar por soluciones internas o, quizá, improvisar una última carta. Lo cierto es que la selección italiana ya no tiene tiempo para dudas. Solo quedan finales. Y en cada una, se juega mucho más que tres puntos: se juega el orgullo y la permanencia en la elite del fútbol mundial.