Región:
Argentina
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Espectáculos

Mamá está más chiquita: cuando la fantasía es un puente entre mundos

  • Mamá está más chiquita - foto Mel Ercoli
    Mamá está más chiquita - foto Mel Ercoli
Región:
Argentina
Categoría:
Espectáculos
Autor/es:
Por Julieta Strasberg
Fecha de publicación:
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A veces, la vida cambia y no hay palabras suficientes para explicarlo. A veces, lo que se rompe solo puede comprenderse en otro idioma: el de la música, el juego, la fantasía. Mamá está más chiquita, el musical de Ignacio Olivera y Juan Pablo Schapira, reestrenado en el Teatro Metropolitan, es una de esas obras que saben hablarle al corazón cuando las palabras se quedan cortas.

La historia de Rita y sus hijos —Diego y Clara— ocurre en ese territorio incierto donde las emociones desbordan las lógicas cotidianas. Rita es una madre muy presente, quizá demasiado. Clara, con dieciséis años, busca liberarse, abrir puertas hacia su propio mundo junto a su novio y abandonar el nido. Y Diego —sensible, especial, neurodivergente— ha construido una fortaleza invisible donde la fantasía es refugio y lenguaje. Para él, las verdades más duras solo se comprenden si se filtran a través del juego.

Cuando una noticia inesperada sacude el frágil equilibrio familiar, todo se transforma. Y el universo imaginario de Diego se convierte en el único lugar posible para contener el dolor. Allí, entre piratas, mapas y naves construidas con sillas y sábanas, aparece otra forma de amar: menos literal, más intuitiva. La obra abraza sin subrayar el modo en que otras formas de percibir el mundo ofrecen también otras formas de sostenerlo.

Sobre el escenario, la escenografía —de Lucila Rojo, Gastón Sagali y Heber Fleitas— se convierte en aliada narrativa. Un cuarto que se transforma, con una mesa que se vuelve timón, estantes que quedan fuera de alcance como metáfora de un cuerpo que empieza a no poder con todo. La fragilidad física de Rita, que ya no llega a todo, que se encoge, que se “hace más chiquita”, resuena como símbolo de tantos momentos en los que el cuidado necesita reinventarse.

Bajo la dirección de Marcelo Albamonte, la puesta en escena respeta esa fragilidad, que se expande y se pliega igual que la misma Rita. La música en vivo, dirigida por Juan Pablo Schapira, es más que acompañamiento: es un segundo corazón. Late con los personajes, con sus silencios, con sus cambios de ritmo. Cada canción es refugio, eco o impulso.

El elenco —Julia Tozzi, Paloma Sirvén, Déborah Turza, Tomás Wicz, Beatriz Dellacasa y Juan Manuel Barrera— transita cada emoción con ternura y con sus voces. Destaca especialmente Tomás Wicz en su interpretación de Diego: sin estereotipos, sin gestos forzados, logra conmover desde lo más hondo. Su Diego es poesía viva, un joven que habita el mundo con otros códigos, y nos enseña a mirarlo desde ahí.

En una sala llena de adolescentes que ríen, lloran y aplauden de pie, Mamá está más chiquita demuestra que el teatro musical también puede ser ese lugar donde se dicen las cosas más difíciles con canciones, con juegos, con gestos pequeños. Es un abrazo escénico, una carta abierta a todos esos momentos en que la vida cambia de tamaño, y hay que inventar nuevas palabras —o nuevas canciones— para seguir adelante.

Porque a veces crecer no es entenderlo todo. A veces crecer es animarse a seguir jugando, incluso cuando sabemos que el juego no puede durar para siempre.