Región:
Argentina
Categoría:
Sociedad
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Opinión

Más allá del acuerdo: otra mirada sobre el conflicto

  • Más allá del acuerdo: otra mirada sobre el conflicto
    Julieta Strasberg Más allá del acuerdo: otra mirada sobre el conflicto
Región:
Argentina
Categoría:
Sociedad
Article type:
Opinión
Autor/es:
Por Julieta Strasberg
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Durante mucho tiempo se nos enseñó que el conflicto debía evitarse. Que era un signo de fracaso, un problema que debía esconderse o resolverse lo más rápido posible. Sin embargo, en la práctica —y en la vida— esa lógica no funciona. El conflicto aparece, inevitable, allí donde hay diversidad, emociones, intereses cruzados y necesidad de cambio. Es parte de lo humano.

La pregunta, entonces, no debería ser cómo evitar el conflicto, sino cómo podemos habitarlo de manera constructiva. Porque cuando se lo gestiona con herramientas adecuadas, el conflicto deja de ser un obstáculo para convertirse en un punto de inflexión: permite crecer, revisar estructuras, fortalecer vínculos.

Frases como “el conflicto siempre es negativo” o “lo mejor es no discutir” están tan arraigadas en nuestra cultura que muchas veces ni las cuestionamos. Pero son mitos que empobrecen nuestra convivencia. Desde la teoría del conflicto, Entelman propuso hace décadas una mirada superadora: el conflicto no es patológico, sino estructural. Lo disfuncional no es que exista, sino que lo neguemos o lo gestionemos mal.

En los últimos años, enfoques como la mediación transformativa o el modelo circular narrativo han enriquecido la forma en que abordamos los desacuerdos. Ya no se trata solo de llegar a un acuerdo, sino de cambiar la forma en que las partes se relacionan. El foco está en el proceso, no solo en el resultado. Aprender a nombrar el conflicto, a escucharlo, a ponerlo en palabras, es el primer paso para desactivarlo.

Y es que el derecho tradicional, con su lógica adversarial, no siempre ofrece respuestas efectivas para las complejidades de lo humano. Por eso, cada vez más profesionales del derecho, la educación y la gestión de equipos se forman en negociación, mediación y comunicación no violenta. No como moda, sino como una necesidad.

Gestionar conflictos implica una ética de la relación. Como plantea Adela Cortina, no se trata solo de resolver tensiones, sino de buscar soluciones justas. Esto exige presencia, escucha, empatía y disposición a reconocer al otro como legítimo. No hay fórmulas mágicas ni respuestas automáticas: solo el trabajo artesanal de construir una salida que contemple a todas las partes.

Los beneficios de aprender a manejar los conflictos son reales y medibles. En lo personal, mejora los vínculos familiares y de pareja. En lo laboral, fomenta equipos más colaborativos y eficientes. En lo social, fortalece la convivencia democrática y previene formas sutiles y estructurales de violencia. Incluso en el espacio público, saber gestionar diferencias puede ser la diferencia entre una escalada y un acuerdo.

Desde la filosofía para la paz, autores como Luna Bernal y Martínez Guzmán proponen una mirada clave: la paz no es ausencia de conflicto, sino presencia activa de justicia, reconocimiento y diálogo. La verdadera paz no es la del silencio forzado, sino la que se construye en el disenso. Y eso implica cambiar la forma en que entendemos —y practicamos— el conflicto.

No se trata de romantizarlo ni de buscarlo innecesariamente. Se trata de no temerle. Dejar de esquivarlo y empezar a entrenarnos para encararlo con herramientas reales. Porque no hay convivencia, ni ciudadanía plena, sin conflicto.

Pero tampoco la hay sin capacidad de transformarlo.

Por Julieta Strasberg – Abogada, profesora en Ciencias Jurídicas y mediadora