Región:
Argentina
Categoría:
Espectáculos

El funeral de los objetos: cuando lo inanimado nos sobrevive

  • El funeral de los objetos cuando lo inanimado nos sobrevive
    El funeral de los objetos cuando lo inanimado nos sobrevive

¿Qué nos une a los objetos? ¿Por qué ciertos fragmentos de materia inerte se incrustan en nuestra memoria? Un reloj detenido, fotos de un amor, un juguete de la infancia, un guion inacabado, un monedero de la abuela, una libreta de anotaciones. Anclas emocionales que pesan más de lo que parecen, no por su materialidad, sino por la historia que cargan.

El funeral de los objetos, de Nicolás Manasseri y Fernanda Provenzano, es un rito teatral tragicómico donde lo inanimado se vuelve protagonista y despedirse de un objeto es, en realidad, dejar partir una parte de uno mismo.

La obra nos sumerge en un funeral peculiar: un grupo de desconocidos se reúne para decir adiós. ¿Por qué alguien organizaría un velorio para cosas? Lo que comienza como una premisa absurda se va tejiendo en una trama donde lo risible convive con lo doloroso, y lo ridículo se vuelve trascendental.

En una extraña terapia grupal, cada personaje expone su vínculo con el objeto que debe abandonar. Entre risas e incomodidad, el espectador asiste a un desfile de obsesiones, pérdidas y apegos que lo interpelan directamente.

¿Cuántas veces hemos retenido algo inútil, temiendo que al soltarlo se desvanezca un recuerdo? ¿Cuánta ausencia habita en un objeto?

Los objetos nos poseen

Desde el psicoanálisis hasta la filosofía, distintas miradas han intentado descifrar el lazo invisible que nos une a las cosas. Freud veía en los objetos un anclaje inconsciente; Baudrillard advertía que, en nuestra sociedad, su valor va más allá de la mera utilidad.

En El funeral de los objetos, esta relación se desborda: los personajes no tienen objetos, sino que parecen poseídos por ellos. Se aferran a esas ruinas de deseos, miedos y traumas.

La obra plantea preguntas inquietantes. Despedirse de los objetos los vuelve más presentes: al intentar soltarlos, los personajes descubren que están atados a algo más profundo.

Roland Barthes, en su Diario de duelo, reconstruye su pérdida a partir de los objetos que quedaron tras la muerte de su madre. Aquí también se hacen presentes la muerte y los duelos, físicos e inmateriales. El velorio es una despedida, no solo de cosas, sino de las personas y momentos que esas cosas evocan.

El texto de Manasseri y Provenzano fluye con naturalidad entre la risa y la melancolía. Hay ecos de Beckett e Ionesco en su humor absurdo, en la repetición y en la aparente trivialidad de las acciones. Pero, más allá del absurdo, la obra vibra con la tradición de la risa como resistencia.

El elenco y la puesta en escena

La obra cobra vida gracias a un elenco comprometido, que logra habitar con precisión y sensibilidad los universos emocionales de cada personaje. Martina Alonso, Fernanda Provenzano, Eugenia Fernández, Renzo Morelli, Nicolás Manasseri, Matías Zajic y Christian Edelstein construyen personajes diversos y cercanos, combinando el realismo con la teatralidad expresionista.

Cada actor imprime una verdad particular a su historia, permitiendo que el espectador se vea reflejado en sus vínculos con los objetos. Los cuerpos dialogan y ocupan el espacio con precisión; las voces atraviesan registros emocionales en un trabajo coral que es sello identitario de sus directores.

La dirección de Nicolás Manasseri sostiene una puesta en escena donde los objetos cobran un rol protagónico. La escenografía de PHEPANDÚ refuerza el universo simbólico de la obra, mientras que la iluminación, diseñada por Manasseri y Provenzano, amplifica la tensión emocional de cada escena.

El vestuario de La Costurera Teatro también juega un papel clave en la construcción de los personajes, dotándolos de una estética que resuena con sus obsesiones y pérdidas.

La música en vivo, a cargo de Facundo Cicciu, potencia el ritmo de la obra y la carga emocional de cada escena. Los arreglos musicales, con influencias del rock, el pop y el góspel, no solo acompañan la acción, sino que también funcionan como una extensión del mundo interior de los personajes.

Teatro posdramático y memoria material

En El funeral de los objetos, la narración se fragmenta y los personajes se funden en un mismo lamento o en una misma ironía. Esta estructura recuerda al teatro posdramático, que no busca contar una historia lineal, sino generar sensaciones y cuestionamientos en el espectador.

La obra oscila entre lo narrativo y lo performático, entre lo individual y lo colectivo. Como en Brecht, el espectador siente y reflexiona. No es solo un drama personal, sino una puesta en cuestión del mundo contemporáneo a través de grandes preguntas universales.

Una invitación a soltar

En un mundo donde lo descartable parece ser la norma, El funeral de los objetos se detiene en aquello que permanece. Nos obliga a mirar de nuevo lo que nos rodea, a preguntarnos cuánto de nosotros mismos depositamos en las cosas.

La obra termina siendo una reflexión existencial profunda. Entre risas y melancolía, nos recuerda que los objetos, aunque mudos, cuentan historias. Y que, a veces, despedirse de ellos es la única forma de seguir adelante.

Al final, la pregunta persiste: ¿somos dueños de nuestros objetos o son ellos los que nos definen? En este funeral, lo que se entierra no es solo materia, sino fragmentos de quienes fuimos.

El funeral de los objetos
Teatro Paseo La Plaza – Corrientes 1660 (CABA)
Jueves 22:15 h