El ascenso comienza mucho antes de llegar a la cima. Subir a Montaña Redonda ya es parte de la experiencia: un transporte todoterreno a tracción se abre paso lentamente entre la vegetación, mientras el mar Caribe se insinúa a lo lejos y la brisa anuncia lo que está por venir. Cada curva del camino eleva la expectativa hasta que, a 329 metros sobre el nivel del mar, se revela uno de los paisajes más espectaculares de la República Dominicana.

Desde lo alto, la vista es de 360 grados y deja sin aliento: la Bahía de Samaná, la Laguna Redonda, la Laguna Limón y el infinito azul del océano Atlántico se funden en un solo escenario. Un balcón natural que parece suspendido en el tiempo y que se ha ganado el título de parada obligatoria para quienes visitan Miches o hacen una excursión desde Punta Cana.

Pero la magia de Montaña Redonda no está solo en mirar, sino en vivirla. Aquí es posible hamacarse hacia el infinito, con columpios gigantes que dan la sensación de volar sobre el mar, o posar sobre la famosa “escoba voladora”, la favorita de quienes buscan fotos únicas para llevarse de recuerdo. Para los que prefieren un ritmo más tranquilo, las hamacas al aire libre invitan a relajarse y contemplar el horizonte verde y azul.

El lugar también ofrece opciones de aventura y contacto con la naturaleza: paseos a caballo, recorridos en bicicleta de montaña y caminatas por senderos que atraviesan su entorno. Y para los que buscan prolongar la experiencia, existe la posibilidad de acampar en la cima y presenciar uno de los atardeceres más espectaculares del Caribe, seguido de una noche bajo las estrellas.

Montaña Redonda no es solo una excursión, es un encuentro con la esencia de Miches: naturaleza, aventura, serenidad y un escenario perfecto para crear recuerdos inolvidables. Un destino que emociona y que, al descender, deja esa sensación de haber volado por un instante sobre la República Dominicana.