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La memoria: ¿Por qué hay recuerdos que duran más que otros?
Cuando nos dirigimos a recuperar un recuerdo no siempre lo hallamos.
La memoria pareciera ser una caja en la que guardamos todos los datos que precisamos para desarrollar nuestra vida diaria. Y de la que extraemos, cada vez que lo necesitamos, todas las informaciones que nos resultan de fundamental importancia cotidiana tales como: nuestros nombres y apellidos, nuestra edad, dirección donde vivimos, lugar de trabajo, actividad que realizamos, también imágenes (incluye rostros de personas y sitios donde estuvimos), y hechos acontecidos en el pasado, entre otras cosas.
Tendemos a considerar que lo que vivimos en la interacción social de todos los días queda almacenado en el mismo sitio que genéricamente llamamos memoria.
Sin embargo, cuando nos dirigimos a recuperar un recuerdo no siempre lo hallamos.
Entonces es común que nos suceda lo siguiente: que nos acordemos de un episodio ocurrido hace décadas y que, como contrapartida, no podamos recordar un hecho más cercano en el tiempo.
Lo que interviene aquí es lo que los investigadores denominan: memoria a largo plazo y memoria a corto plazo. En la primera, los recuerdos son permanentes, en tanto que en la segunda, son efímeros.
Entre ambas hay una diferencia sustancial que se basa en la capacidad de almacenamiento que tiene el cerebro para una y otra. En la memoria a largo plazo se sabe que el cerebro posee un potencial ilimitado, por lo que entonces allí los recuerdos se alojan de una forma que es, mayoritariamente, permanente. De esta afirmación se infiere entonces que, a veces, también los recuerdos a largo plazo se olvidan. Pero, ¿Por qué sucede ?
En el libro Memoria, escrito por el doctor Aaron Nelson, doctor de la Facultad de Medicina de Harvard y Neuropsicólogo Clínico, se fundamenta una respuesta a esa duda: “ No todos los recuerdos a largo plazo duran para siempre, ni siquiera de forma alterada. Si no se usan, se vuelven irrelevantes”, afirma el autor.
En la memoria a corto plazo, los recuerdos son siempre efímeros. No se retienen porque están siempre siendo suplantados por otros de manera constante. Sucede que se trata de información que nos resulta relevante en un momento determinado pero que quizás cinco minutos después ya deja de tenerla. En ese sentido, este mecanismo de desechar datos de escasa preponderancia nos ayuda a no sobrecargar a nuestra mente de tal modo que lo innecesario termine bloqueando el procedimiento que realizamos para recordar lo que sí necesitamos. Podríamos establecer un parangón a esta descripción con lo que hacemos con nuestros correos electrónicos que no son necesarios conservarlos. Los desechamos para no afectar la capacidad de almacenamiento de nuestra cuenta de correo y, de ese modo, no tener inconvenientes para utilizarla y ver aquellos que sí precisamos conservar.
El sistema cerebral que ejerce el control de la memoria a corto plazo tiene una capacidad limitada y es tan frágil que basta que algo o alguien nos desvíe la atención para que no podamos recobrar el dato que deseamos en un momento determinado. Es el ejemplo de cuando memorizamos un número de teléfono que nos han dado y que no lo hemos podido apuntar. Lo repetimos una y otra vez para anidarlo en la memoria pero si en ese instante alguien nos hace una pregunta que nos desenfoca la atención, seguramente nuestro cerebro “perderá” ese número. A propósito, distintos investigadores han llegado a la conclusión que la mayoría de las personas son capaces de retener entre cinco y nueve fragmentos de información que no están relacionados entre ellos. Por eso, lo afirma el prestigioso Aaron Nelson, es “ más sencillo recordar un número de teléfono de siete dígitos que un número, con mayor información, como el de la cuenta bancaria o el de la tarjeta de crédito”.
En definitiva, la capacidad de recordar que poseemos está en dependencia directa de los dos mecanismos de asimilación de la memoria en el largo y en el corto plazo.. Es por eso, entonces, que ciertos recuerdos elegirán cuánto tiempo quedarse con nosotros de acuerdo a la importancia que les asignemos.
Autor: Héctor Heredia, desde Barcelona, España. Jefe de corresponsales de ABC MUNDIAL en Europa.