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Ingleses rinden homenaje a los cracks argentinos, sin prejuicios ni rencores
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Alexis Mac Allister y Julián Álvarez fueron recibidos con mucho afecto y calidez en Inglaterra.
Los dos jugadores argentinos, recientemente consagrados campeones del mundo en Qatar, vivieron un emotivo reconocimiento de los clubes ingleses donde actualmente juegan: El Brighton y el Manchester City, respectivamente.
Los dirigentes de ambas instituciones, así como los compañeros de los dos futbolistas sudamericanos participaron de ambos homenajes.
En el caso de Julián Álvarez, también los hinchas de su equipo lo ovacionaron antes del comienzo del partido entre Manchester City y el Everton en la reanudación del campeonato local.
En los agasajos, los anfitriones no dejaron ningún detalle al azar y los colores celeste y blanco, representativos de la Argentina, aparecieron por doquier, incluso se desplegaron banderas argentinas para dar mayor brillo a las celebraciones.
Los dos cracks tuvieron un rol verdaderamente protagónico en el Mundial que ganó la Argentina tras vencer a Francia en la dramática final que se definió por penales.
Algo parecido también vivieron los otros argentinos campeones del Mundo: El Dibu Martínez ( Aston Villa ) y el Cuti Romero (Tottenham) cuando regresaron hace pocas horas a la Premier League.
Lo sucedido es realmente para destacar sobre todo porque muchas veces se infunde un sentimiento de distanciamiento, de tensión y rivalidad entre ingleses y argentinos que contrasta con lo vivido por los futbolistas de la selección albiceleste.
Es cierto que entre ambos países ha habido una guerra que todavía perdura en la memoria, sobre todo de los argentinos, debido a que los ingleses tienen más terreno recorrido y más experiencias en ese sentido.
La guerra que los enfrentó fue en 1982 por las Islas Malvinas, el territorio que la Argentina continúa reclamando su soberanía por razones históricas, geográficas, entre otras que fundamentan el pedido.
A esta situación descripta también hay que agregarle un hecho deportivo que si bien no tiene jamás la dimensión de una guerra podría haber provocado una reacción distinta de los ingleses con los jugadores argentinos. Se trata del Mundial 86 y aquel partido en el que Maradona convirtió dos goles: uno, el más maravilloso de la historia de las Copas del Mundo y, el otro, el que inmortalizó la popular frase “La Mano de Dios” porque el ídolo argentino lo marcó ilícitamente con su puño. Esta conquista todavía provoca críticas de los memoriosos aficionados británicos por las circunstancias en las que se convalidó, aún heridos por la derrota deportiva.
Está claro que el dolor que provoca un conflicto bélico, con tantas pérdidas de vidas humanas a causa de la decisiones que asumieron gobernantes insensibles, de uno y otro país, llevaron a consecuencias trágicas.
La Argentina todavía sufre por las muertes de tantos jóvenes, en su mayoría adolescentes, enviados al campo de batalla contra una potencia como Gran Bretaña en un escenario donde la diferencia entre ambas fuerzas era desproporcionadamente a favor de los europeos.
Sin embargo, el deporte permite que afloren conductas distintas, sin rencores, ni resentimientos. La grandeza humana se sobrepone a las diferencias, incluso a las que prejuiciosamente se puede pensar que existen a raíz de la guerra entre ambas naciones.
Los cracks argentinos disfrutaron de la gloria en Inglaterra, con homenajes, aplausos y ovaciones en el país que quizás nunca lo hubieran imaginado.