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Mónaco y Montecarlo: La increíble experiencia de pasar unos días entre el refinamiento y el lujo en el corazón del mediterráneo
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Montecarlo es sinónimo de refinamiento, espíritu chic y elegancia en el Boulevard Princesse Charlotte, el Boulevard des Moulins y la Avenue Monte Carlo. Sin duda, el emblema que identifica a Montecarlo y Mónaco en el mundo es el edificio del Casino, construido en 1863 por deseo de Carlos III y diseñado por el arquitecto Charles Garnier, autor de la Ópera de París.
Mónaco y Montecarlo evocan momentos fascinantes que quizás nunca hemos vivido, pero que hemos soñado en innumerables ocasiones. Una fábula hecha realidad, como la deslumbrante presencia de Grace Kelly que aún palpita en nuestro deseo, como si pudiera aparecer en cualquier instante en el deslumbrante escenario del mar que protege y otorga esplendor al pequeño reino.
El Principado de Mónaco se alza sobre el Mediterráneo, silencioso y equidistante entre Ventimiglia, donde concluye la Liguria italiana, y Niza, donde la Côte d’Azur francesa despliega su singularidad y encanto. En menos de media hora, viniendo desde Italia, atravesamos tres estados soberanos, porque Mónaco abarca apenas 2 kilómetros cuadrados de superficie, convirtiéndose en el segundo estado más pequeño del mundo después del Vaticano.
Es precisamente al llegar desde la Liguria italiana que somos testigos de un espectáculo deslumbrante: la ciudad-estado aparece de repente con toda su majestuosidad tras las colinas. Se dice que lo que le falta en extensión al diminuto reino monegasco, lo compensa con su capacidad para atraer a los "high rollers" (grandes apostadores), hedonistas y ultra ricos que buscan un refugio seguro para sus megayates y una forma de resguardar sus inmensos ingresos de las interferencias de otros Estados ávidos de tasar.
El 32 por ciento de la población del principado está compuesta por millonarios. De los 38,000 residentes, 12,000 son millonarios. La ostentación, por lo tanto, se presenta de manera natural en el Principado, tan natural que se vive como un fenómeno cotidiano, no como un gesto de soberbia. Siempre habrá alguien que pueda presumir de un yate más suntuoso o un automóvil Bentley o Lamborghini más nuevo y caro.
Montecarlo, aunque solo uno de los diez barrios que conforman el Principado, es su distrito emblemático y se le asocia directamente. Es aquí donde la imagen de los veloces autos de Fórmula Uno zumbando por las angostas y sinuosas calles viene a la mente. En este escenario, mantener el primer lugar en la carrera es una hazaña, dada la estrechez de las calles. En las terrazas de los hoteles, hermosas mujeres toman el sol, sin preocuparse de si Verstappen, Hamilton o el hijo de la misma ciudad, Leclerc, lideran la competición.
Montecarlo es sinónimo de refinamiento, espíritu chic y elegancia en el Boulevard Princesse Charlotte, el Boulevard des Moulins y la Avenue Monte Carlo. Sin duda, el emblema que identifica a Montecarlo y Mónaco en el mundo es el edificio del Casino, construido en 1863 por deseo de Carlos III y diseñado por el arquitecto Charles Garnier, autor de la Ópera de París.
Visitar Montecarlo por solo unas horas basta para entender que hemos sido transportados a otra dimensión, tal vez inalcanzable pero real, porque existe. La majestuosidad y el lujo son palpables en cada rincón, y la elegancia inherente al Principado se convierte en una experiencia tangible que perdura en el tiempo.
Y de repente la primera imagen que me viene a la mente cuando me pierdo en las calles de Montecarlo son los veloces coches de Formula uno zumbando por las calles tan estrechas y sinuosas que quien mantiene el primer lugar de la carrera va a ser muy difícil que lo pierda. Y en los techos y terrazas de los hoteles hermosas mujeres toman sol casi sin preocuparse si Verstappen , Hamilton o el hijo de la misma ciudad Leclerc , lideran la competición.
Montecarlo es sinónimo de refinamiento, espíritu chic y elegancia en las avenidas del Boulevard Princesse Charlotte, en el Boulevard des Moulins o en la Avenue Monte Carlo.
Sin lugar a dudas, el emblema, el símbolo más representativo que identifica a Montecarlo y a Mónaco en el mundo entero es el edificio del Casino, construido en 1863 por deseo de Carlos III y diseñado nada más y nada menos que por el arquitecto Charles Garnier, autor de la Ópera de París.
Es suficiente con visitar Montecarlo por solo algunas horas para comprender que nos hemos transportado a otra dimensión, quizás inalcanzable, pero real, porque existe.