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Scaloni, la inteligencia emocional que ganó mucho más que el Mundial de Qatar 

  • Scaloni, la inteligencia emocional que ganó mucho más que el Mundial de Qatar 
    Scaloni fue un líder que supo unir a cada uno de los integrantes del plantel. Scaloni, la inteligencia emocional que ganó mucho más que el Mundial de Qatar 
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Autor/es:
Por Héctor Heredia @hectorheredia33
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Scaloni fue un líder que supo unir a cada uno de los integrantes del plantel. Instaló el concepto de equipo, valoró el trabajo y el rol individual de cada uno de los jugadores sobre quienes mantuvo siempre la ascendencia y el ejemplo, con el que llevó adelante este proyecto mundialista.

 
En una de sus últimas declaraciones antes de la final del Mundial de Qatar ante los franceses, el técnico de la selección argentina, Lionel Scaloni, dijo en referencia a los futbolistas que estaban en el banco de suplentes sin jugar: “Para mí son más importantes los que no juegan, que los que juegan”. Es una frase de liderazgo puro, de una persona que cualquier empresa u organización desearía tener en un área de conducción de equipos porque valora la importancia que todos los seres humanos tienen en una estructura colectiva, con un objetivo en común. De ese modo, los integrantes de un equipo de trabajo se sienten considerados, se reconocen parte de un proyecto, saben que sus esfuerzos serán siempre ponderados y estimulados por un líder que no deja a nadie afuera ni transmite la sensación de que algunos son más importantes que otros. 

Por lo mencionado, Lionel Scaloni tiene un mérito superlativo en el reciente título de campeón mundial que logró la selección argentina en Qatar porque aportó valores de liderazgo realmente ponderables. 

Ha demostrado que no solo son importantes las indicaciones técnicas y el planteo táctico que pueda darle a un plantel, sino que hay algo más. Es la virtud de imbuirlos a todos del valor de trabajar en equipo, solidariamente, colaborativamente, unidos, con paciencia, resiliencia y sobre todo, humildad. 

Scaloni fue un líder que supo unir a cada uno de los integrantes del plantel. Instaló el concepto de equipo, valoró el trabajo y el rol individual de cada uno de los jugadores sobre quienes mantuvo siempre la ascendencia y el ejemplo, con el que llevó adelante este proyecto mundialista.

Es cierto, no había tenido experiencia como entrenador. La selección argentina le brindó su primera oportunidad y verdaderamente cumplió con creces. Ganó la Copa América (en 2021), luego se adjudicó la Copa de Campeones en Wembley ante Italia (en 2022), en el encuentro que enfrentó a los dos monarcas de ambos continentes, y recientemente en el Mundial de Qatar, terminó poniendo a la albiceleste en la cima del mundo.

Los éxitos nunca le cambiaron su esencia. Siguió siendo el mismo de siempre, con hábitos modestos, palabras medidas, incapaces de vulnerar los límites del respeto ajeno.

Siempre se mantuvo prudente a la hora de hablar. Nunca empleó tonos altisonantes. No lo marearon los elogios por los triunfos en la seguidilla de 36 partidos sin perder, así como tampoco le hizo mella la derrota ante Arabia Saudita, durante la primera presentación en Qatar. Al término de aquel partido, señaló: “Nos vamos a levantar y a seguir cabeza arriba para ganar los dos partidos”, sin dejar dudas de que un líder siempre mira para adelante y no se queda absorbido por el problema. 

Un líder es un guía. Lidera con el ejemplo. Eso hace Scaloni. Transmite serenidad y calma en los momentos críticos, comprende los nervios, las tensiones de sus dirigidos, empatiza con ellos, se pone en sus botines, los escucha, los respeta, les inculca solidaridad y también les infunde unión en los campos de juego y fuera de ellos. En los momentos de crisis, hace uso de su inteligencia emocional y entonces reflexiona, valora lo positivo y anima a superar los obstáculos con entereza, valentía y la convicción de que los problemas no son tales sino oportunidades para mejorar y crecer. 

Después de la final dramática y emotiva ante Francia, Scaloni no pudo más y rompió en llanto, aunque ya algunas veces había dado muestras de su sensibilidad. Lo había hecho, por ejemplo, antes del partido de cuartos de final ante Croacia, cuando un periodista le mencionó el apoyo de los hinchas argentinos a su equipo. “Es emocionante y hay que agradecerlo. Esta selección juega para la gente, por el honor, no por el dinero”, afirmó, visiblemente conmovido. Pero no fue la única vez que demostró su capacidad empática. Esa que lo acompaña como rasgo distintivo de su personalidad.  En otras ruedas de prensa, el entrenador también había tenido algunos pasajes en los que había puesto en evidencia que tiene en claro por dónde pasa la vida. Como cuando envió saludos a los familiares de las víctimas de un accidente de tránsito en Pujato, su querido lugar de nacimiento en la provincia de Santa Fe. Otra muestra de empatía, inequívoca, con su sello inconfundible. 

En lo deportivo, su equipo sufrió un duro golpe ante Arabia y luego se puso de pie. Afrontó y superó un momento decisivo ante México para lograr la clasificación. Aquella jornada, Scaloni no sólo mantuvo su habitual serenidad sino que hasta contuvo la tensión de Pablo Aimar, uno de sus ayudantes técnicos junto a Walter Samuel, en medio del duro partido ante los mexicanos cuando el ex River parecía tener su corazón acelerado por los vaivenes del juego y el técnico abrió sus brazos para atemperarle los latidos cardíacos a su compañero de trabajo. Ese día, el técnico fue entrenador, pero eso no le impidió oficiar de contenedor emocional, estuvo atento a lo que les pasaba a quienes tenía a su alrededor para ayudarlos y sostenerlos. En definitiva, eso hace un líder, siempre está dispuesto a darle una mano a su equipo cuando más se lo necesita.

Scaloni, su cuerpo técnico y jugadores, superaron todas las pruebas y las emociones más variadas y antagónicas como, por ejemplo, la que ofreció el partido con Holanda, en aquella dramática definición por penales después de ir ganando por 2 a 0. Ni hablar de la final ante Francia, considerada por muchos memoriosos como la más emocionante de la historia de los mundiales, en la que la tensión y la adrenalina se activaron desorbitadamente, sobre todo cuando los europeos igualaron 2 a 2 a pocos minutos del final en el momento que Messi y sus compañeros parecían tener el juego bajo control. 
 
Scaloni unió a un plantel detrás de un objetivo. Canalizó los egos individuales presentes en todos los seres humanos y los enfocó a un objetivo compartido: tener un equipo en el amplio sentido de la palabra e ir juntos a una meta. Lo consiguió tres veces: En la Copa América, en la Copa de Campeones y en el reciente Mundial de Qatar. 

Este mensaje de trabajo, de humildad y sobre todo de “pies apoyados sobre la tierra” enamoró a los hinchas argentinos antes de iniciarse el Mundial. Hacía años que la selección no lograba una identificación tan importante con sus compatriotas. Todo cambió. Es mérito de Scaloni. Es un líder por naturaleza. El hombre sencillo, de palabras simples, claras, transparentes, condujo un grupo de jugadores, todos ellos, estrellas del fútbol, con calma, sabiduría apostando al trabajo y a la unión, a la actitud permanente de levantarse después de cada caída. 

Se dice acertadamente que Scaloni no había tenido experiencia como técnico. Sin embargo, poseía una virtud que no se le conocía, la de ser un líder que valora a todos los que trabajan con él, lo que le permite establecer vínculos de confianza, de estímulo y motivación que contribuyeron a lograr una copa del mundo después de buscarla incansablemente durante 36 años. 
Scaloni dio una lección de liderazgo y, además, una alegría inconmensurable a los argentinos.