- Región:
- Argentina
- Categoría:
- Política
- Article type:
- Enfoques
Malvinas, 40 años después
Aquí mis reflexiones de la desmalvinización y el olvido; la lucha en las calles y el orgullo de haber defendido a la patria en la última batalla colonial.
En el 40º aniversario del conflicto armado es obligatorio repensar todo lo vivido en aquél triste y lamentable otoño del 82.
Todavía recuerdo cuando titulé en Radiolandia-2000: 2 DE ABRIL, 6 AM, LA HORA D, una historia donde hubo héroes y cobardes, familias orgullosas de que sus hijos hayan ido a combatir y otras que se lamentaron de sus muertos y de aquellos que fueron estaqueados por sus superiores y torturados y la cantidad de ex combatientes y veteranos que no soportaron la angustia de seguir vivos y ante la ignominia de una sociedad perversa se quitaron la vida.
Hubo de todo en Malvinas, pilotos audaces de la Fuerza Aérea que eludían los radares ingleses y valientes enfermeras que vieron prevalecer el metal de la metralla sobre la carne mientras en España el triunfalismo del mundial de fútbol dejaba atrás una guerra incómoda que preferíamos olvidar.
No hay duda de que esta fue una gesta y una epopeya a pesar del absurdo conflicto al que nos condujo el General Galtieri, que creyéndose el General Patton nos llevó a combatir contra la OTAN.
Quizás valga la pena recordar al gaucho Rivero y escuchar el especial de radio de ABC MUNDIAL con opiniones de Fermín Chávez de José María Rosas y Felipe Pigna, pero … “los únicos héroes que se mueren son los que se olvidan”.
Recuerdo todavía a Oscar Poltronieri gritando váyanse ustedes que tienen hijos que yo me quedo mientras disparaba contra más de doscientos ingleses en el monte dos hermanas.
Oscar Ismael tenía sólo 18 años era analfabeto y operador de una ametralladora y desoyendo la orden de retirada se quedó combatiendo el solo para permitir que más de 150 de sus compañeros incluidos los superiores pudieran replegarse.
Le disparó al enemigo durante más de 10 horas sin poder moverse porque estaba herido, y así se bancó enfrentar a los soldados más profesionales del mundo (pero no era un chico de la guerra como mal se los denominó en una película, sino que era un conscripto transformado en hombre y que recibió la medalla cruz de la Nación Argentina al heroico valor en combate). Fue el único conscripto que recibió la máxima condecoración. Pero después de la guerra Oscar vendió baratijas en los colectivos, trabajó de remisero y quiso suicidarse ante el olvido de una sociedad perversa a la que le resultaba incómodo reconocer a un héroe que también fue condecorado en Inglaterra con la cruz de hierro al valor, valla con él, el homenaje de éste corresponsal a la construcción de la memoria y al honor de un pueblo y su transmisión a las generaciones venideras.
Y es por eso que es necesario reforzar la difusión de la identidad histórica nacional, para instalar en la sociedad ejemplos de vida y de superación de esta experiencia traumática vivida en aquél triaste otoño del 82. Los únicos héroes que se mueren son los que se olvidan. Por eso no queremos hablar de derrota ni de frustración sino de la necesidad de una reparación de justicia sobre un pasado que debemos recuperar en cada aniversario y el relato de esta guerra y de todas las muertes en combate y en suicidio son un excelente clavo para colgar una novela negra digna del magnetismo heredado de una novela de Edgar Alan Poe y de Agatha Christie