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Consejero de Seguridad de EEUU en la cuerda floja por Rusia
Una nueva crisis en la presidencia de Donald Trump podría costarle el cargo a uno de los máximos colaboradores del presidente, su consejero de Seguridad Nacional, el ex general Michael Flynn, por la controvertida relación con el gobierno ruso.
Flynn podría haber tratado de crear una diplomacia paralela entre Moscú y Washington cuando Barack Obama era presidente y haber tratado de encubrir sus acciones. Según trascendió en las últimas horas, el Consejero mantuvo varias conversaciones telefónicas y a través de mensajes de texto con el embajador ruso en Washington, Sergey Kislyak, en noviembre, diciembre, y enero. En aquellos días ya era público que iba a ser nombrado consejero de Seguridad Nacional una vez que Trump jurara el cargo. Pero el Gobierno de EEUU estaba en manos de Barack Obama. El descubrimiento de las llamadas provocó una investigación de los servicios de seguridad de EEUU, entre ellos el FBI, la NSA (telecomunicaciones), la DIA (agencia de espionaje militar), el Departamento del Tesoro, y otras instituciones. Lo que deberá definirse es si dichas conversaciones podían abrir las puertas a una investigación formal al comprobarse en ellas que Flynn hubiera cometido un delito penal al violar la Ley Logan de 1799 que prohíbe a un ciudadano privado, lo que el ex general fue hasta el 20 de enero cuando juró el cargo de asesor de Seguridad Nacional, realizar misiones diplomáticas.
Este incidente puso, nuevamente, de relieve los múltiples indicios de complicidad del Kremlin con la nueva Casa Blanca, una sospecha que Trump, pese a numerosos esfuerzos, no logró despejar de forma convincente. El presidente ruso, Vladímir Putin, sorprendió a propios y ajenos cuando decidió, en contra de las recomendaciones de su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, no responder a las sanciones de Obama, que expulsó a 35 diplomáticos rusos y cerró dos centros propiedad del Gobierno ruso en EEUU. El gesto fue interpretado como una apuesta del Kremlin por que las cosas cambiarían con el cambio de inquilino en la Casa Blanca que se produjo unas semanas más tarde. Y ahora la duda es si Flynn contribuyó a dar esa impresión a Moscú. Por otro lado, Flynn permitió que, en los primeros momentos en que surgieron las filtraciones sobre sus conversaciones con el embajador ruso, altos funcionarios, como el vicepresidente Mike Pence, negaran públicamente los informes, basándose en lo que el general retirado les había dicho. Sin embargo, el propio Flynn acabó reconociendo poco después, a través de un portavoz, que no podía “estar seguro” de que el tema de las sanciones hubiera surgido o no en esas charlas. De este modo, puso en evidencia al número dos del gobierno y también dio a entender que había mentido a los suyos.
La clave era una llamada: el 29 de diciembre, Flynn llamó a Kislyak apenas unas horas después de que Barack Obama impusiera las sanciones más duras a Rusia desde la década de los setenta por la interferencia de ese país en las elecciones estadounidenses. Al día siguiente, Flynn y Kislyak intercambiaron mensajes de texto. El ex general negó haber hablado con Kislyak de nada que tuviera que ver con las sanciones. Y así se lo comunicó al vicepresidente, Mike Pence. De comprobarse, aún faltaría dejar en claro si el consejero de Seguridad Nacional prometió al embajador ruso reducirlas una vez que Trump asumiera la presidencia. Pero lo que sí quedó claro es que el Consejero se desdijo y ahora la posición política de Flynn quedó fuertemente cuestionada.