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China condena a muerte a un canadiense por tráfico de drogas

  • El ciudadano canadiense Robert Lloyd Schellenberg fue condenado a muerte en China por tráfico de drogas
    Algunos analistas se preguntan si es una casualidad o es el castigo por la detención de la heredera de Huawei, si atendemos a la casuística china. El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ha calificado la sentencia de "arbitraria" e "inquitante". El ciudadano canadiense Robert Lloyd Schellenberg fue condenado a muerte en China por tráfico de drogas

Es el último ciudadano de esta nacionalidad con problemas legales tras la detención de la heredera de Huawei

Un canadiense ha sido condenado a muerte por tráfico de drogas en China tras la revisión de un tribunal superior a una condena previa a 15 años de prisión. Robert Lloyd Schellenberg, de 36 años, es el último canadiense que afronta problemas serios en China en las últimas semanas.

Algunos analistas se preguntan si es una casualidad o es el castigo por la detención de la heredera de Huawei, si atendemos a la casuística china. El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ha calificado la sentencia de "arbitraria" e "inquitante".

Schellenberg ha sido condenado por introducir más de 200 kilos de metanfetamina oculta en ruedas de coches, según el tribunal. El reo había sido detenido en 2015 y sentenciado a 15 años de cárcel en noviembre del pasado año. Pero un mes después, cuando el caso Huawei arrastró al lodo las relaciones entre Pekín y Ottawa, la fiscalía encontró nuevas pruebas inculpatorias y exigió una revisión del caso por considerar aquella sentencia “demasiado leve”. El canadiense ha pasado de cómplice a principal culpable de una banda internacional. “El tribunal rechaza de plano las explicaciones del acusado y su defensa por contrarias a los hechos”, ha aclarado el juez. “No sólo inundó un país con sus drogas sino que su banda actuó a través de las fronteras… supone un daño a la salud humana y a la estabilidad entre naciones”, reza el comunicado judicial.

Schellenberg, empleado en el sector petrolero, ha defendido su inocencia y se ha definido como un simple turista que fue engañado por una banda de narcotraficantes. El condenado culpa a Xu Qing, su traductor chino, quien declaró en el proceso para apuntalar las tesis de la fiscalía. “Este es un caso contra Xu Qing, él es un narcotraficante internacional y un mentiroso”, dijo el reo al tribunal. Un ciudadano chino ha sido condenado a cadena perpetua y otro a pena de muerte con dos años de suspensión en el mismo caso. Schellenberg fue capturado en Guangzhou por la policía cuando su avión ya estaba  punto de despegar.

La sentencia fue leída ante una representación de diplomáticos, prensa occidental y observadores varios. La generosa publicidad no es el único rasgo extraño de este proceso. La justicia china no suele demorarse cuatro años en dictar la primera sentencia, ni ventilarse la apelación en una semana y menos aún agravar la primera condena. Schellenberg aún puede apelar y no es descartable una sentencia de pena de muerte con dos años de suspensión. Es una manida fórmula que acaba en cadena perpetua si no media ningún acontecimiento excepcional. Pero aquí tenemos un acontecimiento excepcional. Es Meng Wanzhou, alta ejecutiva de la multinacional Huawei, quien espera en Canadá que la justicia decida sobre su extradición a Estados Unidos por los cargos de violar el embargo a Irán. Esa suspensión, revocable en cualquier momento, operaría como un recordatorio para la justicia canadiense.

El caso Schellenberg justifica el pesimismo hacia Michael Kovrig y Michael Spavor, dos ciudadanos canadienses detenidos en las últimas semanas y acusados de etéreos cargos de espionaje. Otra mujer canadiense fue expulsada recientemente por problemas en sus documentos. Pekín y Ottawa acumulan conflictos desde que Meng fuera detenida aunque la primera se esfuerza en desvincular todas las actuaciones policiales y judiciales del caso Huawei.